Grupo Espírita María de Nazaret |
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El Bien que Falta En un conocido pasaje del Evangelio, Jesús afirma que el hombre ve más fácil la paja en el ojo del hermano quela viga en el propio. Se trata de una antigua fisura de la Humanidad, consistente en la hipocresía. La criatura tiende a disculpar en su comportamiento lo que critica en el proceder del semejante. Entretanto, en el estudio del perfeccionamiento de la conducta, el hombre debe comenzar por vigilarse a sí mismo. Él necesita corregirse en todo aquello que le desagrada en el semejante. Muchos predican contra los desperdicios de los administradores públicos. Mientras, se instalan entre las paredes domésticas de forma exagerada. Es como si creyesen ser destinados a atravesar la existencia en un carruaje de lujo, sobre basura dorada. Mientras tanto, muchos padecen de hambre y de frío. Otros critican a las autoridades, afirmando que son los verdugos del pueblo. Pero, en el receso del propio hogar, esos críticos tiranizan sus modestos auxiliares. Hay los que maldicen la guerra y a todos los que la promueven. Con todo, en el ambiente familiar, son truculentos como fieras salvajes. Incontables hombres pregonan la necesidad de la pena de muerte para los que enloquecieron en la delincuencia. Pero ellos mismos, ante padres, amigos y hermanos, manejan el puñal invisible de la ingratitud. Muchos lideran primorosas campañas de socorro a la infancia desprotegida. Mismo así, ahuyentan, sin piedad, al primer niño infortunado que les ruega auxilio. Hay quien se enorgullece de su inteligencia y cultura y se dice incomodado con la ignorancia ajena. Sin embargo, no se acuerda de enseñar a quien todavía ignora las primeras letras. Varios dominan las intrincadas enseñanzas de la filosofía y son capaces de hablar con brillo sobre ética y virtud. Entretanto, se encastillan en el confort individual, afirmando que la caridad es la fábrica de la flojera. Otros enseñan con sabiduría sobre bondad y simpatía. Pero se mueven, en sus recintos privados, entre melindres y aversiones. No hay nada de equivocado en reflexionar sobre equívocos, en saber, en hablar y en enseñar. Ocurre ser necesario conjugar reflexión, sentimiento, palabras y actos, con el fin de que el bien se haga pleno. Quien consigue identificar el equívoco ajeno también consigue percibir la propia realidad, desde que desee. Nadie se vuelve sublime en un instante, pero es necesario intentar con sinceridad. Primero, silenciar en sí el vicio de criticar gratuitamente el semejante. Segundo, rectificar los propios sentimientos y disciplinar los pensamientos. Por fin, habituarse a hacer todo el bien posible, sin esperar aplausos. Para que usted se pacifique, el bien que le falta no reside en la conducta de los semejantes. Lo que lo ha de pacificar y conducir a la plenitud es el bien que usted puede hacer, con los recursos que ya posee. Piense en eso. Redacción del Momento Espírita, con base en el cap. L, del libro Justicia Divina, por el Espíritu Emmanuel, psicografía de Francisco Cândido Xavier, ed. Feb. En 23.07.2009.
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