Grupo Espírita María de Nazaret

Reflexiones

 

El Verdadero Hogar

 

El mundo de aquella madre se había desmoronado con el divorcio. Heredó muchas cuentas atrasadas, incluyendo las prestaciones de la casa y el plan de salud.

Su empleo de media jornada generaba una renta muy pequeña y pocos beneficios.

Sin ningún apoyo financiero, ella perdió la casa. Para que no se quedaran al relente, con mucho sacrificio consiguió alquilar un trailer que quedaba estacionado en un campamento local, para ella y su hijo de cinco años.

Aquello era sólo un poco mejor que vivir en su pequeño carro, pero ella deseaba, de corazón, poder proporcionar algo más para su niño. Cierta noche, después de jugar un poco con un juego de tablero y leer algunas historias, la madre mandó a su hijo que fuera a jugar del lado de afuera hasta la hora de ir a dormir. Mientras el niño se distraía, ella sufría sobre el talón de cheques.

De repente, oyó voces y dio una mirada por la ventana. Allá estaba el gerente del campamento hablando con su hijo:

  • ¿Oye, niño, no te gustaría de tener un hogar de verdad?

La madre se quedó tensa, prendió la respiración y llegó más cerca de la ventana para oír la respuesta.

Una emoción muy fuerte tomó cuenta de aquel corazón de madre, tan sufrido y tan dedicado, cuando oyó la respuesta de su hijo:

  • Pero nosotros ya tenemos un hogar de verdad. Sólo no tenemos, por mientras, una casa para colocarlo.

En su inocencia infantil, aquel niño de apenas cinco años de edad, ya sabía lo que es un verdadero hogar. Hay tantas construcciones lujosas, tantos castillos inmensos, que sirven apenas para proteger a sus habitantes de las intemperies, pero no se prestan a ofrecer el calor del afecto de un hogar acogedor.

El espacio físico puede ser amplio, pero si no hay los lazos del amor, no será un hogar de verdad. Una casa es fácil de construir, pero también es fácil de desmoronar, basta una fuerte tempestad, un terremoto, un maremoto, u otro fenómeno equivalente.

Pero la construcción de un hogar requiere una inversión diferente. Es necesario mucha atención, renuncia, entendimiento, perdón, ternura, afecto, compañerismo y confianza.

Un hogar así jamás será destruido, porque sus cimientos son invisibles y resistentes hasta incluso las más amenazadoras catástrofes. Dentro de esos hogares, difícilmente el vicio tendrá acceso. Pero si por acaso penetra astutamente, luego será vencido por el dialogo sobrio que hace parte de esa construcción.

Las luchas pueden ser difíciles, pero la unión basada en el amor vencerá siempre porque sus estructuras son inamovibles.

Cuántas familias viven bajo el mismo techo y no se conocen…

Cuántos familiares se aíslan en los vastos cómodos, cargando solos sus dramas sin compartir con nadie, pues son extraños viviendo en una misma casa.

Pero si hay un hogar verdadero, podrán faltar recursos financieros y hasta lo necesario, pero los lazos de afecto estarán siempre bien apretados, dando sustentación y esperanza para aquellos que en él viven.

El hogar es un templo donde podemos cultivar y mantener las más puras afecciones y los más sagrados lazos de amor. Por eso, hagamos de nuestro hogar un santuario donde se pueda aspirar el aroma de la felicidad y disfrutar el néctar de la paz.

 

Desconocemos el autor (quién sepa por favor que nos lo diga)

 

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